Las relaciones entre padres e hijos son únicas e intensas. Por lo general, las familias son felices cuando padres e hijos saben relacionarse y comunicarse de manera afectuosa y positiva, cuando los padres se sienten capaces de ayudar a que sus hijos se comporten bien, y cuando los hijos pueden expresar sus emociones y tener una conducta adecuada. Las mayores dificultades surgen cuando los padres no saben cómo manejar la conducta de sus hijos de manera eficaz. La conducta oposicionista y desafiante es frecuente entre los niños pequeños, entre los más grandes y los adolescentes. Este tipo de comportamiento solo constituye un problema cuando interfiere en el funcionamiento general diario en la casa y en la escuela, con los compañeros o con otros adultos. Los problemas de conducta son la principal razón por la que los niños son remitidos a organismos de salud mental.
La mala conducta en niños suele estar relacionada con ambientes familiares de mucha tensión o conflictos de vida. Los niños con problemas de comportamiento también pueden afectar negativamente la salud emocional de sus padres. Las investigaciones, por ejemplo, han determinado que las madres de niños remitidos por mala conducta comunican estados depresivos con más frecuencia que otras madres. La existencia de estos problemas en la niñez tiene una marcada relación con futuras dificultades psicológicas, sociales y ocupacionales, y la delincuencia. En vista de estos efectos a largo plazo, la intervención temprana es muy importante.
Es necesario como padres tener una buena relación, ya que es la base fundamental para manejar la conducta de sus hijos y ayudarlos a aprender a controlar sus emociones. Como padre debemos evitar imponerles castigos físicos. Para el niño, esto implica una experiencia de aprendizaje negativa a lo largo de su vida.
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